Esta es la primera huelga general en Portugal desde hace 22 años y este hecho por sí solo debería arrojar alguna luz sobre la situación social de este país. De hecho, la conflictualidad social en Portugal es bastante baja y el número de huelgas realmente ha ido cayendo durante los últimos treinta años, a pesar del continuo empeoramiento de la situación de la clase obrera portuguesa. Los índices de sindicación tienden a caer también, ya que los dos principales sindicatos portugueses, gobernados por partidos, sirven más para tranquilizar y aparcar los conflictos que para luchar contra la explotación, y esto ha pasado desapercibido.
La sociedad portuguesa ha pasado por cambios considerables durante el último medio siglo, yendo desde una rápida industrialización que comenzó en los años 60, alimentada principalmente por el influjo del capital extranjero, de la cual emergería una clase trabajadora más combativa y organizada, hasta una igualmente rápida desindustrialización, ya que se encontraron fuentes de mano de obra más baratas en la Europa del Este y Asia. La economía portuguesa hoy en día está dominada por pequeñas e ineficientes compañías de servicios, en las que los trabajadores se ven más aislados entre sí, tienen menos tradición de lucha, están generalmente contratados en precario y se les paga esos sueldos miserables que hacen posible que estas empresas sobrevivan. Todo el sistema se ha visto en un agudo estado de crisis durante los últimos diez años y los trabajadores han sido sus primeras víctimas.