El próximo jueves 19 de septiembre comienzan los juicios contra 16 sindicatos de la CNT-AIT [1] como consecuencia de las demandas de la CNT-CIT, un sindicato con el que hasta hace menos de 10 años formábamos una sola organización. No entraremos a explicar el por qué de esta situación, algo que ya hicimos hace 3 años en un texto titulado “Contra viento y marea” [2].
Nuestra intención hoy es informar y señalar algunas cuestiones sobre el contenido y el significado de las demandas. Las demandas pretenden conseguir que se nos obligue (desde el Estado) a dejar de usar “la denominación Confederación Nacional del Trabajo, las siglas CNT, sus signos distintivos [banderas y logos] … y su emblema [Hércules
luchando contra el León de Nemea]”, con el argumento de que “son Marcas Nacionales registradas” (en la Oficina Española de Patentes y Marcas) a nombre de las CNT-CIT. Nos acusan de suplantar una identidad que les pertenece y buscar confundir a sus potenciales afiliados/as usando su prestigio histórico. Pero lo único cierto es que, de ambas partes, la CNT-AIT es la única que siempre ha dejado bien claro quién es y a qué internacional pertenece (la Asociación Internacional de los y las Trabajadores fundada en 1922). De la CNT-CIT, por su parte, casi se podría decir que lo ocultan deliberadamente como estrategia de marketing. ¿Quién crea la confusión? La respuesta nos parece evidente. Otro punto que creemos relevante de las demandas es su intención de impedirnos judicialmente hacer público lo ocurrido, sus intolerables conductas, sus maniobras políticas y sus corruptelas. Pretenden silenciarnos haciendo uso de la Audiencia Nacional, consiguiendo por la fuerza del Estado o que su nula legitimidad moral ha sido incapaz de lograr.
Por si esto no fuera ya vergonzoso, piden 50.000 € a cada sindicato demandado (un total de 800.000 €) por los supuestos “daños morales”, ocasionados, con el objetivo de ahogarnos económicamente. Es evidente que este juicio no busca solo arrebatarnos un nombre y una identidad, pretende negarnos lo que hemos construido durante más de un siglo y enterrarnos bajo escandalosas indemnizaciones. El argumento de los supuestos “daños morales” es completamente ridículo, una estrategia punitivista y deshonesta
para lograr lo que llevan buscando años. Nuestra desaparición.